viernes, 28 de agosto de 2009

ENTREVISTA a: Rafael Morales Astola

ENTREVISTA a: Rafael Morales Astola



Presidente de la Federación Estatal de Asociaciones de Gestores Culturales (FEAGC), de la Asociación de Gestores Culturales de Andalucía (GECA) y de la Asociación Ibérica de Gestores Culturales (AIGCU).


Nuevas políticas culturales del siglo XXI en la Unión Europea.


Doctor en Filología Hispánica en Ciencias del Espectáculo por la Universidad de Sevilla, docente de los Masters de Gestión Cultural de las Universidades de Granada y de Sevilla, coordinador docente del módulo de Artes Escénicas del Máster de Gestión Cultural de la Universidad Oberta de Cataluña, docente de los cursos de Experto en Gestión Cultural de la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA), autor de diversos libros sobre cine y teatro, y ensayos sobre políticas culturales y gestión cultural, gestor cultural desde 1994 (en el Ayuntamiento de Cortegana y el Ayuntamiento de Sevilla-ICAS), director de grupos de teatro desde 1984 a 1994, coordinador de proyectos europeos vinculados a juventud y a cultura. Y es sevillano.
Está clarísimo que sabe lo que dice.



¿Cómo surge la idea de realizar este Congreso?
Hace tres años y medio, gracias al liderazgo de las asociaciones autonómicas de gestores culturales de Cataluña, Aragón, Castilla-La Mancha, Extremadura, Navarra, Andalucía y de la Asociación Española de Gestores del Patrimonio Cultural, se reactivó FEAGC, después de un largo período en estado de coma. Tras una fase de reflexión interna y de reforma de los estatutos, se pensó que era el momento de darnos a conocer al sector con una acción relevante. En 2007 había tenido lugar el exitoso Congreso sobre Institucionalización de la Cultura y Gestión Cultural, organizado por el Ministerio de Cultura. Se detectó la necesidad de crear un evento similar desde el propio sector, que sirviera para poner las bases de un nuevo rumbo, el cual nos dirigiera a la conquista de una serie de metas que dan sentido a nuestra organización: el reconocimiento profesional de la gestión cultural, la regulación del sector en cuanto a sus trabajadores y sus empresas, y la implantación de una formación universitaria reglada en gestión cultural. De ahí nace un Congreso en dos partes. La primera se celebró en Toledo, en diciembre de 2008, dando lugar, entre otros frutos, a un decálogo que tiene por misión servir de brújula a nuestra organización, tanto a nivel interno como externo. La segunda parte, ya en El Ejido, es la que nos ocupa aquí y ahora.


¿Cuáles son los objetivos que la Federación pretende alcanzar con este Congreso?
Podemos hablar de tres objetivos principales. El primero es iniciar el camino hacia un Plan Estratégico para la Cultura en la Unión Europea. La gestión cultural es local y global, y nuestro marco territorial internacional viene definido por nuestra pertenencia a la UE. Enclavar estratégicamente nuestra profesión en un discurso europeo es condición insoslayable para consolidar nuestros logros en el nivel local, regional o estatal. Asimismo comunicamos una idea de acción basada en un sentir cosmopolita, que entendemos inherente a la cultura. Europa, incluso, debe ser un paso para comprender el discurso de la gestión cultural como una experiencia humana global, que afecte a todas las regiones del planeta, en pro de una serie de valores que defendemos y propugnamos, como la diversidad cultural, la interculturalidad, el desarrollo humano y económico, la preservación del patrimonio (material e inmaterial), etc.
El segundo objetivo es situar a España como centro de reflexión y difusión de la gestión y políticas culturales del siglo XXI en la Unión Europea. En 2010 le va a tocar a nuestro país la Presidencia de la UE. El Congreso es una buena antesala para que, desde el sector profesional, aportemos nuestro punto de vista, crítico y cooperante a un mismo tiempo.
Una acción concreta en esta línea es crear la Federación Europea de Gestores Culturales; dicho proyecto se completa con una organización que aglutine a profesionales de la UE, Iberoamérica y el Mediterráneo. La gestión cultural es un buen marco para la cooperación y para la construcción de lazos entre personas. Queremos aportar profesionalidad a la cultura, pero también valores sociales.
España es puente a un lado y a otro. Podemos ser una estructura más para lograr un mundo mejor, más habitable, más amable, más tolerante y abierto. Actualmente estamos a la espera de asesoramiento por parte de la AECID,
para darle forma al proyecto.
El tercer objetivo es que este evento se caracterice por su creatividad tanto en sus contenidos como en su difusión, organización y realización. Por ello, no es un congreso clásico: conferenciantes excelentes y audiencia interesada en el tema. Hay tres formatos de ponencia: conferencia de profesionales excelentes, mesas transversales que buscan la alianza de la gestión cultural con los diferentes aspectos que construyen sociedad, y los paneles sectoriales. En los paneles hemos puesto una gran ilusión, pues con ello pretendemos generar una dinámica de debate durante meses y la posibilidad de retroalimentación entre ponente y congresistas incluso en el futuro.
Un año después del encuentro de Toledo, ¿en qué medida la profesionalización de la Gestión Cultural en el marco europeo se ha conseguido?
Podría decir que es pronto para detectar cambios. Pero no lo es. Hemos tenido ya contactos serios y concretos de carácter institucional y profesional para promover la Federación Europea de Gestores Culturales y la Asociación de Gestores Culturales de Europa, Iberoamérica y Mediterráneo. Una vez logradas estas herramientas de trabajo, moveremos cielo y tierra para establecer una interlocución con la UE, con la OEI (que ya está en marcha) y con organizaciones que operen en el ámbito del Mediterráneo.
A nivel español, hemos logrado avances importantes. Hemos recibido una respuesta favorable por parte del Ministerio de Trabajo y del Ministerio de Economía y Hacienda en relación a dos reivindicaciones clásicas: la creación del epígrafe de “gestor cultural” para los trabajadores en el INEM y de “gestión cultural” para las empresas del sector. Igualmente, pronto firmaremos un convenio con la FEMP, para cooperar en el reconocimiento profesional de los gestores culturales en ayuntamientos y diputaciones. Hemos creado tres secciones internas para trabajar en pro de una formación universitaria reglada, de la regulación para trabajadores y empresas, y de las industrias culturales. En breve, habrá un Grado de Gestión Cultural en la Universidad Antonio de Nebrija. Se extienden por todas las comunidades postgrados o masters oficiales en gestión cultural. Todo esto en los últimos meses. Por supuesto, no estoy diciendo que se deba al Congreso de Toledo; todo ello deviene de procesos iniciados hace años, incluso décadas. El mérito viene de muy lejos y de mucha gente e instituciones que empezaron cuando no había nada ni apenas nadie a quien acudir. Sí es cierto que el Congreso de Toledo ha removido las condiciones y ha contribuido, en su medida, a acelerar los cambios a mejor.


¿Qué líneas deberían seguir las “nuevas políticas culturales del siglo XXI en la Unión Europea”?
A los paradigmas de la democratización de la cultura y de la democracia cultural se ha sumado el paradigma de la diversidad cultural. Hay, claramente, una voluntad de sentido de lo humano en el terreno de las diferentes culturas. Dicha voluntad de sentido prevalece sobre cualquier otra consideración, frente a la barbarie y a la sinrazón que asola grandes regiones del planeta. A estos paradigmas se les ha dotado de políticas y planes que han dado mucho de sí, pero que aún no han servido para alcanzar el nivel de prioridad política deseable y necesario. Los gestores culturales, en el sector público y en el privado, desde las instituciones públicas y desde las industrias y empresas culturales, creamos valor social y valor económico. Queremos también crear valor estructural, desde la escuela hasta los centros de proximidad donde desarrollan su actividad los diferentes segmentos sociales, desde la propia cultura y las artes hasta cualquier espacio cívico como hospitales, centros docentes, medios de comunicación, palacios de justicia... Esto implica la existencia de una transversalidad operativa en el pensar y en el hacer. E implica, además, como se afirma en el Plan Estratégico para la Cultura en Andalucía (PECA), la institucionalización de la cultura como derecho y como recurso. Por lo demás, deben ser muchas, muchas personas, muchas instituciones, y muchas empresas, las que aporten esas nuevas pautas, o, mejor dicho quizá, las que pongan sobre la mesa una orientación para elaborar dichas pautas innovadoras para la política y gestión culturales.


¿Qué diferencia a este Congreso de los encuentros celebrados en España hasta la fecha?
Aunque hemos puesto empeño en darle originalidad y creatividad, deseo que la diferencia se manifieste en el sector especialmente tras el Congreso. Queremos que sea diferente por varios motivos. Uno, por incluir la creatividad y la participación previa a la celebración del propio evento. Dos, por presentar públicamente (y a debate) una “hoja de ruta” por parte de un sector profesional que todavía está por consolidar estratégica y estructuralmente. Y tres, por el esfuerzo que ha significado desde el sector profesional lograr, tras tantos años de travesía por la incertidumbre, un paso de gigante en el esclarecimiento de nuestro oficio, de sus compromisos con la sociedad y de su ya imparable cabalgada hacia los nuevos desafíos de la cultura y de la humanidad.

¿Cómo se pueden inscribir en el Congreso los interesados?
A través de la página web www.federacion-agc.es; hay un enlace a todo lo relativo al Congreso. Aunque hay reducciones en los precios hasta el 30 de septiembre, posteriormente a esta fecha mantendremos el plazo abierto. Eso sí, tenemos un aforo máximo de 600 participantes que, teniendo en cuenta el número de preinscritos hasta la fecha, lo vamos a cubrir con toda probabilidad, por lo que recomiendo que los gestores culturales se apresuren a reservar su plaza. La verdad es que el Congreso ha levantado mucha expectación desde varios meses antes de su inauguración.


¿Qué grado de profesionalidad hay en la gestión cultural en España? ¿Encontramos algunos problemas en la administración local?
Es justo reconocer que los niveles de profesionalidad, en el sector público y privado, y en comparación a épocas anteriores, es actualmente elevado. La consideración social que se le dispensa a nuestra profesión también es importante. Las instituciones apoyan nuestra iniciativa. Ahí está el apoyo de la administración central (Ministerio de Cultura), autonómica (Junta de Andalucía) y local (Diputación de Almería y Ayuntamiento de El Ejido). Los programas y planes puestos en marcha en el campo formativo desde los poderes públicos, así como la implantación progresiva de equipamientos culturales en todo el Estado, ha provocado la existencia masiva de una gestión profesionalizada de la cultura. El problema está en la escasez de formalidad reglada en la formación y, en consecuencia, en los centros de trabajo. Esto propicia el intrusismo, el amiguismo, el adanismo en un sector que paradójicamente exige cada vez más profesionalización. La administración local experimenta estas deficiencias en el mismo grado que otras administraciones y que, incluso, el sector privado. Nada escapa a los efectos de la incertidumbre que caracteriza, todavía, al sector.
En la Declaración de Toledo se aboga por una triple alianza: entre políticos y profesionales de la cultura, entre sector público y sector privado, y entre creadores y gestores culturales. Es cierto que esa triple alianza no funciona en muchos lugares. Pero también es verdad que ya funciona puntualmente en algunos casos. La triple alianza hay que rubricarla institucional, estratégica y estructuralmente. Ganará la profesión, ganarán las administraciones y ganará la sociedad.

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