Gianni está castigado y no puede salir a jugar.
gianni tosso
Érase una vez, en un remoto lugar de lo más profundo de la comarca, un bosque cuyas raíces sobresalían del suelo por la imposibilidad de éste de contenerlas por mucho más tiempo, amenazando incluso con romper el equilibrio natural de aquel bosque, que había sobrevivido a mil y una pruebas que el destino le puso a lo largo de los siglos.
En el bosque aquel vivían en paz, toda la paz que pueden mantener entre sí omnívoros y carnívoros, un innumerable número de especies, algunas de las cuales se consideraban extintas en otros lugares del país. Y entre las especies animales que habitaban el bosque existía una variedad de cerdo bípedo que había desarrollado la capacidad de emprender iniciativas de la más variada índole, individual y grupalmente. Vivían en paz con el entorno, tratando siempre de mantenerlo en las mejores condiciones para que, de esa manera, la vida continuara desarrollándose tan plácidamente como lo había hecho hasta entonces.
Moradora también de aquel enorme espacio era una especie de lobo de aspecto amable y bonachón, de estilizada figura y cuidados modales. Al amparo de las leyes dictadas para evitar la desaparición de esta especie, cuya extinción pudo haberse producido de no haber sido convenientemente legislada su protección, la población había aumentado hasta niveles peligrosos para el equilibrio natural del bosque, provocando que la especie evolucionara de tal manera que los clanes acabaron agrupándose en castas y organizando una sociedad piramidal en la que unas castas gobernaban sobre otras.
La explosión demográfica, y sobre todo, la organización de estos, avivaron el temor que la especie porcina tuvo siempre a la cánida. Y los muy cerdos habrían logrado ser sedentarios de no haber sido porque la presión demográfica de la población de lobos trajo como consecuencia directa la invasión de las parcelitas en las que los marranos desarrollaban su existencia, teniendo que huir constantemente de las dentelladas, el acoso y las rapiñas con que eran asediados, convirtiéndose de ese modo en la primera especie porcina nómada.
Tanta presión tanta presión hubieron de soportar los cerdos bípedos que habían desarrollado la capacidad de emprender iniciativas de la más variada índole, que comenzaron a involucionar, de manera que dejaron de crear y de emprender y comenzaron a temerse los unos a los otros como yo os he temido, y se les empezó a olvidar que tenían la capacidad de andar sobre dos piernas, y una vez a cuatro patas se dedicaron a hozar y a gruñirse los unos a los otros como yo os he gruñido y a aislarse los unos de los otros hasta dejar de hacer aquellas actividades grupales que les socializaban, para convertirse en unos marranos egoístas pendientes únicamente de rebozarse en su propio barro.
Apercibidos los lobos del inesperado cambio de actitud de los cerdos, comenzaron a atacarles cada vez con más asiduidad y con mayor crueldad, convirtiéndoles en la especie despensa para la raza superior estructurada en castas, de estilizada figura y de modales cada vez menos cuidados que consiguieron convertirse en bípedos, logrando con ello que su preponderancia y su dominio sobre otras especies, sobre todo la porcina, ahora meramente de índole ganadera, estuviera fuera de toda duda.
Y así acaba la historia de una especie que pudo haber sido y no fue, que prefirió atacarse a sí misma, que se dejó arrastrar por la inercia hasta el fango, que abandonó la lucha antes de iniciar la batalla, conformándose, sólo por esconder su propia vergüenza, con su pequeña parcelita, que ahora defiende, con gruñidos, de las miradas codiciosas de sus congéneres. Y que hoy por hoy ha asumido que viviendo a cuatro patas se está cómodo y bien.
Y así comienza la historia de unos carnívoros despiadados que aprendieron a andar erguidos, a acallar a base de dentelladas los quejumbrosos gruñidos de unos puercos a los que antes o después acabaremos por ver extinguirse.
Normalmente es que Gianni Toso de caña ¿Qué le pasó esta vez? ¿Se fumó alguna sustancia prohibida?
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