Menia Martínez, historia de la Danza de primera mano. (I)
Esta cubana internacional, ha sido maestra de compañías como la Ópera de París, el Royal Ballet de Londres, la Scala de Milán, y otras. Esta maestra de maestros nos ha dado la oportunidad de tomar lecciones de historia de la Danza de primera mano, es como si María Antonieta nos hubiera contado el estallido de la Revolución Francesa, no tiene precio. (Sergio Pérez)
Esta cubana internacional, ha sido maestra de compañías como la Ópera de París, el Royal Ballet de Londres, la Scala de Milán, y otras. Esta maestra de maestros nos ha dado la oportunidad de tomar lecciones de historia de la Danza de primera mano, es como si María Antonieta nos hubiera contado el estallido de la Revolución Francesa, no tiene precio. (Sergio Pérez)
¿Cuál fue el camino a seguir para pasar de Cuba a Leningrado? Supongo que no le iba de paso.
No, cuando yo salí de Cuba no iba a Rusia, iba a un viaje de jóvenes por Europa, yo era adolescente. Mis padres pensaron que sería bueno conocer París, donde por casualidad estaba bailando la compañía del Teatro Bolshoi. Conseguí una prueba y me dijeron que por ellos estaba bien, pero que tenían que consultar con el Ministerio de Cultura de la URSS. La beca tardó mucho en llegar, pero finalmente un traductor me entregó un telegrama que decía: “Usted se va a ir a la escuela Vagánova”.
No, cuando yo salí de Cuba no iba a Rusia, iba a un viaje de jóvenes por Europa, yo era adolescente. Mis padres pensaron que sería bueno conocer París, donde por casualidad estaba bailando la compañía del Teatro Bolshoi. Conseguí una prueba y me dijeron que por ellos estaba bien, pero que tenían que consultar con el Ministerio de Cultura de la URSS. La beca tardó mucho en llegar, pero finalmente un traductor me entregó un telegrama que decía: “Usted se va a ir a la escuela Vagánova”.
¿Cómo fue la integración con los compañeros y en la escuela?
Al principio no me integraba en la escuela de ballet, vivíamos en un internado que estaba al lado de la escuela, los chicos en el piso de arriba y nosotras abajo, en una habitación con cuatro camas. También me pusieron una profesora de ruso que no sabía nada de español, por lo que las clases eran a base de pantomimas, todo muy cómico.
Supongo que extrañaría mucho su tierra.
Yo al principio lloré mucho, sí que extrañaba a mi familia, soñaba con las palmeras y el mar, con el malecón de La Habana. Para mí fue un gran cambio, otras costumbres, otra comida, todo era diferente. Pero gracias a la convivencia con los alumnos que eran muy cariñosos fue todo más fácil, me decían que con la maestra de ruso no aprendería nada, que donde aprendería sería con ellos en la calle, como en el cine, que me ayudó mucho. Pasaron cinco años antes de volver a Cuba, pero no era sólo un tema de clima, de hecho recuerdo el primer día que vi nevar, estaba en clase de ruso, dejé los libros y bajé, toda la escuela se asomaba en la ventana para ver a la cubana comerse la nieve, y por supuesto me enfermé de la garganta.
¿Cómo conoció a Nureyev? ¿Cuál era su relación?
Durante mi segundo año llegó Nureyev a la escuela con 16 años y lo examinó el marido de mi maestra. Tuve la suerte de poderla acompañar y me acuerdo perfectamente que salió y le dijo a su mujer: Me da la impresión de que es el nuevo Nijinsky.
Ese año fue muy bueno porque también estaba Natalia Makarova, con la que tuve una gran relación y al mismo tiempo Vladimir Vasiliev y Ekaterina Maximova en Moscú. Ese mismo año se graduó también Alla Sizova, fue una buena promoción. Cuando llegó Nureyev, mi vida cambió un poco. Era una persona con gran avidez de conocimiento, le gustó mucho la familia de científicos amigos míos y empezó a tener también como amistades a gente muy culta, solíamos comer juntos y pasar largas veladas muy interesantes. Dos o tres años después, Nureyev se graduó junto con otros bailarines. Durante este tiempo nos hicimos grandes amigos, hasta tal punto de que cuando el director tenía algún problema, y como le tenían miedo, venían a mí a decirme: Le puedes decir a Rudy… tal y tal cosa. Porque aunque dicen que a Rodolfo le cambió el carácter al llegar a occidente, siempre tuvo un humor fatal.
Durante mi segundo año llegó Nureyev a la escuela con 16 años y lo examinó el marido de mi maestra. Tuve la suerte de poderla acompañar y me acuerdo perfectamente que salió y le dijo a su mujer: Me da la impresión de que es el nuevo Nijinsky.
Ese año fue muy bueno porque también estaba Natalia Makarova, con la que tuve una gran relación y al mismo tiempo Vladimir Vasiliev y Ekaterina Maximova en Moscú. Ese mismo año se graduó también Alla Sizova, fue una buena promoción. Cuando llegó Nureyev, mi vida cambió un poco. Era una persona con gran avidez de conocimiento, le gustó mucho la familia de científicos amigos míos y empezó a tener también como amistades a gente muy culta, solíamos comer juntos y pasar largas veladas muy interesantes. Dos o tres años después, Nureyev se graduó junto con otros bailarines. Durante este tiempo nos hicimos grandes amigos, hasta tal punto de que cuando el director tenía algún problema, y como le tenían miedo, venían a mí a decirme: Le puedes decir a Rudy… tal y tal cosa. Porque aunque dicen que a Rodolfo le cambió el carácter al llegar a occidente, siempre tuvo un humor fatal.
¿Cómo fue el momento de la despedida tras esos cinco años?
Pues sí, llegó el momento de irme a casa, el director de la compañía me dijo que le pidiera a Nureyev que por favor no me acompañara, ya que tenía ensayos importantes con Natalia Dudínskaya, y él me contestó: Te prometí que te acompañaba y te acompaño. Yo tenía que coger un tren hasta Moscú para tomar allí el vuelo, todo el mundo se extrañó de que Nureyev no apareciera por ningún sitio. En cuanto el tren arrancó, Rudy salió del baño, había sobornado al acomodador para poder colarse y esconderse, para viajar conmigo hasta Moscú y se despidió como me había prometido.
¿Cuánto tiempo paso hasta volveros a ver?
Unos años después, el Ballet de Cuba estaba en el Teatro de los Campos Elíseos de París. Yo estaba en el escenario y alguien se acercó y me dijo: Creo que Nureyev está allí arriba. Una señora me entregó discretamente una nota que decía: ¿Podías venir al hotel de al lado del teatro? Porque te quiero ver.
Al llegar, Rudy estaba esperando en la puerta del hotel, cogimos un taxi y me llevó a cenar al Maxim’s. A las cinco de la mañana, me dejó en el hotel, no sin antes ofrecerme varias veces irme con él y dejar el Ballet de Cuba. Nos despedimos con un beso en la boca, como es tradición en Rusia, incluso entre hombres, y tras entrar me preguntó el portero: ¿Ese era el señor Nureyev verdad? y yo respondí orgullosa: El mismo.
CONTINUARÁ
Muy bonito relato.
ResponderEliminar