lunes, 27 de abril de 2009

Estuvimos en la gala de los premios Maxll




Estuvimos en la gala de los premios MaxII 2009

Decidimos ir en barco porque hay quien no soporta los viajes en avión. Canarias está mal comunicada en avión, de modo que imagínense en barco. A nuestra llegada nos recibe toda una tropa de guardias civiles, en un control. La farlopa debe ser que llega por vía marítima. Nos alojamos (con l) en un hotel céntrico, para que todo quede en paseos cortos, y después de la ducha nos vamos camino del Teatro Cuyás, paseando tranquilamente por la calle Mayor de Triana, un hervidero en el cual cada uno va a lo suyo, lleno de gente en la calle, llena la calle de tiendas, vacías las tiendas de gente. Nadie nos reconoce mientras paseamos salvo una señora que nos pide sacarse una foto con nosotros confundiéndonos con el equipo de trabajo que hizo las reformas de su casa hace unos meses.

Por realizar una prueba que se nos ocurre de pronto, subimos a un taxi y le pedimos que nos lleve hasta la Sala Insular de Teatro. El taxista nos da un paseo por la ciudad durante el cual vemos dos cartelitos anunciando la gala de esa misma noche, y como nadie sabe dónde demonios está esa sala de teatro, nos devuelve al punto de partida después de la gira turística, sin cobrarnos, menos mal.

Cruzamos un par de calles sin que nadie nos reconozca y sin reconocer a nadie y llegamos hasta el Teatro Cuyás. Preguntando llegamos hasta el lugar donde se recogen las acreditaciones. Nos encontramos con los responsables de la sala de prensa, que lo tienen todo previsto, y pasamos el trámite sin problemas, con placer casi.

En la entrada al backstage (con perdón) hay otro hervidero, con caras conocidas, tanto de técnicos, como de operadores de cámara, como de actores. Notamos cierto cúmulo de nervios, y de cansancio, entre el personal. Parece que los ensayos, agotadores, resultaron divertidos, pero no dejaron de ser una paliza.
Comienzan a llegar los invitados a la Gala y comienza el reparto de volanderas donde puede leerse el manifiesto reivindicativo de la Unión de Actores de Canarias, con respeto pero con contundencia. Algunos de los invitados van pasando por delante de los fotógrafos para facilitar la labor de los periodistas, para dejarse ver o para dejar patentes sus ínfulas. Los periodistas gráficos descargaron sus flashes sobre los que posaban porque les daba la gana, sobre los que no quisieron hacerlo y acabaron subiendo, y sobre el cebo que pusimos nosotros mismos, desconocido todo él. Toda esta hoguera de vanidades y el atasco en el que estuvo metida la guagua que traía a los invitados, provocó un retraso de unos veinte minutos en el inicio de la gala. Gala que los periodistas disfrutamos en la sala de prensa. Y no nos faltó de nada, la verdad. Excelente el tratamiento a todos los medios.
Y la misma gala, para el público, pasó en un suspiro que duró dos horas y media, treinta minutos que se fueron de control.

Con el eje central del rollito del presentador de despejar la x, resuelta al final con ayuda del bufón (ver foto), fue desarrollándose una gala amena, divertida a ratos, con entregas rapiditas y algún discurso solidario y razonable. Lo mejor de la gala, Sexpeare, el homenaje a Paco Rabal (su mujer, Asunción Balaguer, en la foto superior) y la organización. Que el hecho de que un micro falle o que no llegue a tiempo una estatuilla entra dentro de lo asumible. En cuanto a qué fue lo peor tenemos algunas dudas. Estamos entre Ron LaLá, que por lo visto gustó a algunos de los presentes, y que consideramos que no debieron estar, no por calidad, sino porque estaban entre los candidatos; el monopolio de Yllana, que colocó en la Gala prácticamente todo lo que le dejaba dinero en comisiones, y la desmedida e incomprensible presencia de tanto político sobre el escenario.

Con esta gala creemos que pasa tres cuartos de lo que debe haber ocurrido con las típicas papas arrugadas con mojo, pero a la inversa. Verán. Las papas arrugadas con mojo picón son conocidísimas en todo el mundo y son deliciosas, y sin duda, quien no las conozca tiene algún problema de aislamiento. Pues bien, si alguien que no las hubiera probado antes hubiese comido una de las que sirvieron en el aperitivo, habría acabado jurando sobre la Biblia, que era lo peor y más repugnante que jamás probara, y con razón.

Si uno no conoce qué se cuece en el mundo de las Artes Escénicas de la región, tras esta gala, debe pensar que todo funciona excepcionalmente bien en las Islas Canarias, en lo que respecta a Danza y Teatro, pero lo cierto es que lo único que ha funcionado perfecto por aquí en los últimos tiempos, en cuanto a Artes Escénicas se refiere, ha sido esa gala, lo demás no llega ni a mediocre.

Tras el aperitivo, de casi cuatro horas de duración, los invitados se fueron a la fiesta prevista, menos aquellos que no se habían retirado antes discretamente, entre ellos la mayor parte de los políticos, salvo dos: la Consejera del Cabildo, que estuvo al pie del cañón en esto, y ojalá le dedicara la mitad de esos esfuerzos a la profesión de la isla, y el Presidente del Cabildo.

Nosotros nos fuimos a recuperar algo de nuestro ser callejero y localizamos un bar de cerveza y tortilla. A la mañana siguiente, tras el desayuno, salimos a pasear a la calle Mayor de Triana, un hervidero en el cual cada uno va a lo suyo. Nadie nos reconoció durante el paseo, ni nos pidieron autógrafos. Las tiendas estaban vacías a pesar de que la calle estaba llena de gente. Nos fuimos hasta el Teatro Guiniguada, para rezar una oración por el eterno descanso de su alma, cerrada a cal y canto desde hace años y enterrada bajo capas y capas de desidia administrativa y política.

En la terraza, tomándonos la última cervecita antes de tomar el barco de vuelta a casa, preguntamos a la camarera si sabía dónde estaba la Sala Insular de Teatro, no supo qué contestarnos.

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