Resulta que los premios Max, supuestamente, premian a los mejores y a las mejores en su rama (actores, actrices, directores, técnicos, autores, productores y etcétera), o sea, a los que supuestamente tienen una mejor calidad en la rama que sea. Un galardón que luego pueden ir exhibiendo muy contentos pero que no sé si a la postre realmente puede servir para algo, o para que les contrate mucha gente o ganen mucho dinero o cualquier otro beneficio. La cuestión es que si echamos un vistazo a la lista de ganadores (e incluso de nominados) nos encontramos con que un gran porcentaje (excepción hecha de esa especie de premios de consolación que son los revelación) corresponde a grandes productoras escénicas de este país. Es decir, a las empresas que se llevan la parte gorda del pastel cuando hablamos del arte dramático.
Y ante este hecho es posible hacerse algunas preguntas: ¿Es que los “mejores” trabajan todos para las grandes empresas? ¿Es que los grandes productores recorren el país, a modo de cazadores de talentos, para ir recolectando a los buenos y ficharlos para su empresa? ¿Es que cuando uno es bueno, entonces despunta, independientemente del apoyo que tenga detrás, y entonces las grandes productoras, lo contratan para sí? ¿O qué es lo que realmente se está premiando en los Max? ¿La calidad? ¿La inversión económica? ¿La fama? ¿O es que la calidad es sólo una cuestión de dinero? ¿Es que no puede haber un actor o bailarín excelente en un pueblo perdido de Galicia, por ejemplo, en una compañía pequeña que se gana la vida haciendo sus bolos de pueblo en pueblo fuera de los grandes circuitos de las grandes capitales y que nunca será ni siquiera nominada a un Max? En honor a la justicia con todos los trabajadores de esta profesión, quizá es que los Max premian a los mejores de entre los de la “jet” de las artes escénicas, es decir, de entre los profesionales que cuentan con apoyos o bien institucionales o bien de las grandes empresas. O sea, si eres un actor que estás en una gran producción y te premian, podrás considerarte “mejor” (para los que votan, al menos) que el otro actor que está en otra gran producción, pero nunca sabrás si también eres mejor actor que un tal Pepe, que va derramando su arte por las aldeas de la ría de Vigo.
Mariano Figueiredo
Y ante este hecho es posible hacerse algunas preguntas: ¿Es que los “mejores” trabajan todos para las grandes empresas? ¿Es que los grandes productores recorren el país, a modo de cazadores de talentos, para ir recolectando a los buenos y ficharlos para su empresa? ¿Es que cuando uno es bueno, entonces despunta, independientemente del apoyo que tenga detrás, y entonces las grandes productoras, lo contratan para sí? ¿O qué es lo que realmente se está premiando en los Max? ¿La calidad? ¿La inversión económica? ¿La fama? ¿O es que la calidad es sólo una cuestión de dinero? ¿Es que no puede haber un actor o bailarín excelente en un pueblo perdido de Galicia, por ejemplo, en una compañía pequeña que se gana la vida haciendo sus bolos de pueblo en pueblo fuera de los grandes circuitos de las grandes capitales y que nunca será ni siquiera nominada a un Max? En honor a la justicia con todos los trabajadores de esta profesión, quizá es que los Max premian a los mejores de entre los de la “jet” de las artes escénicas, es decir, de entre los profesionales que cuentan con apoyos o bien institucionales o bien de las grandes empresas. O sea, si eres un actor que estás en una gran producción y te premian, podrás considerarte “mejor” (para los que votan, al menos) que el otro actor que está en otra gran producción, pero nunca sabrás si también eres mejor actor que un tal Pepe, que va derramando su arte por las aldeas de la ría de Vigo.
Mariano Figueiredo
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