viernes, 27 de febrero de 2009

ENTREVISTA a: Félix Albo



por Antonio Conejo

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Félix Albo.




Uno de los referentes de la narración oral.
Félix Albo se fascinó contando cuentos para adultos hace ya 15 años. En compañía de Pablo Albo, y luego en solitario, ha recorrido España y Latinoamérica contando historias desde las emociones, donde el sentido del humor tiene una gran importancia. Sus cuentos hablan del disfrute de la vida, partiendo de las experiencias cotidianas. Tal vez sus años de animador sociocultural forjaron una capacidad de comunicar que lo convierte en uno de los referentes de la narración oral.

La narración oral, ¿dónde encaja dentro de las artes escénicas?
Yo creo que es un arte escénico de pequeño formato. A lo que más se aproxima es al teatro, pero al venir de disciplinas distintas, nos encontramos con gente que mezcla muy bien el canto con la palabra, o quien utiliza instrumentos, otros tienen una vestimenta especial, hay quien decora con telas, o encienden una vela, o un incienso, o que utiliza objetos sacados de una maleta, y cada objeto que saca cuenta un cuento. Mientras eso no le robe espacio a la palabra, a mí me da igual todo. No deja de ser un espectáculo. Tradicionalmente, en nuestra cultura y en la árabe, se contaban historias, pero la narración oral como espectáculo es algo nuevo, al que realmente le estamos dando forma la gente que estamos contando. A España, el movimiento de narración de cuentos como espectáculo, llega desde Latinoamérica de la mano, por ejemplo, de Garzón Céspedes, cuyos cursos y espectáculos han sido el primer contacto con la narración de muchos de los narradores de hoy.

¿Qué hueco tiene la narración oral en los circuitos de las artes escénicas?
En el circuito teatral no entra la narración, es muy raro que a nosotros nos llamen para contar en teatros. Yo creo que los programadores de teatro consideran el cuento como un arte menor, parece que se puede contar en cualquier lugar. En Latinoamérica sí que el cuento entra en los teatros, y funciona. Los programadores meten a los narradores dentro de sus programaciones. Pero aquí hay circuitos cerrados donde no. En un festival de teatro es muy raro que haya un narrador, un Cuentacuentos.

¿De dónde sacas tus historias?
Para niños tiro mucho del álbum ilustrado. Siempre los llevo cuando cuento, muchas veces llevo más libros de los que puedo contar. Me parece que en primaria es muy importante crear un vínculo entre el cuento, el público y el libro. Yo creo que una sociedad que lee es una sociedad con más opciones, no es que sea una sociedad mejor, pero tiene más opciones de serlo; así que me gusta crearles esa intriga respecto al objeto del libro. Normalmente cuando acabo de contar, vienen todos a mirar los libros que no he terminado de contar, los que he enseñado, el que acabo de terminar... y me encanta ese momento en el que invaden el espacio escénico y los hojean mientras las maestras o los padres les gritan: “¡niño ven!”. Con el adulto, no. Yo creo que estamos un poco cansados de ese tipo de campañas de “hay que leer, hay que leer”. Cuando cuento algo que no es mío menciono el autor. Pero últimamente lo que voy incorporando nuevo en el repertorio es mío. Me resulta mucho más fácil crear una historia que leer una que me guste y traducirla del lenguaje literario al lenguaje oral, me gusta más partir de un hecho cotidiano. Las historias que cuento son historias muy normales, no cuento nada extraordinario, lo que lo hace extraordinario es la forma de contarlas, la forma de mirar. Eso también me lo han enseñado los cuentos: buscar en la vida normal lo sorprendente que es por sí sola. No me gusta que el cuento sea panfletario, creo que no puedes decir “¡nucleares no!”, porque estamos cansados de ese tipo de historias, creo que los cuentos han de plantear situaciones, hechos y que el público ya decida, si quiere. Trabajar un cuento me lleva mucho tiempo, desde que lo creo en imágenes hasta que sale en palabras, es un proceso de meses. Para mí, un momento maravilloso de la que estás contando; te están mirando, pero tú eres el foco de voz, están dentro de la historia. Y lo bonito es que tú cuentas una historia, pero es como si susurraras una historia distinta a cada uno del público, porque ese público está generando el escenario, el decorado, en su mente, entonces, la casa que yo estoy contando no tiene nada que ver con la casa que cada uno de ellos está imaginando. Lo que me gusta del cuento es que le da mucho más valor a la palabra, yo creo que es un acto reivindicativo de la palabra y de la imaginación, y de la comunicación en sí.

¿Qué dificultades tiene vivir del cuento?
Convencer para que un grupo de adultos vaya a escuchar cuentos por primera vez, o que un programador de un ayuntamiento programe una sesión de cuentos cuando él nunca ha ido a escuchar una, es complicado, porque la palabra cuento se vincula siempre a la infancia. También hay mucha gente que se lanza a contar cuentos porque piensa que es muy fácil, y no tienen ética porque copian, los cuentos y la forma de contarlos, o no tienen respeto al arte escénico, ni al público. Y el público cuando va a ver cuentos por primera vez y se encuentra con un peñazo, va a
costar mucho que vuelva, porque dice: los cuentos no me gustan. También tiene muchas ventajas, entre nosotros tenemos muy buen ambiente.

Depende de dónde vayas, ¿llevas uno u otro repertorio, cambias cosas?
Los cuentos los adaptas continuamente: al público, al lugar, a algo que ocurre mientras lo cuentas... Al trabajar con una memoria visual el texto es más maleable. Si encuentras un público dispuesto a ello, puedes entretenerte en detalles, meter más ironías, irte de la historia y volver, jugar sin perderte dentro de la historia. Todo eso te permite adaptar el cuento al tipo de público que está delante. Normalmente el primer cuento lo utilizo para calibrar el tipo de público: si se ríen o no, de qué se ríen, de qué no, cómo reaccionan, si participan... Lo que nunca adapto es lo que yo quiero contar de la historia. Por ejemplo, yo tengo algunas historias en las que aparece el fenómeno de la inmigración más o menos directamente. En una sesión, mientras contaba un cuento en el que utilizo palabras como igualdad, solidaridad, oportunidad, hubo un grupo de cinco personas que se levantó y se marchó. Yo cuento ese cuento para tender el tema de la inmigración; puedo modificar la forma de contarlo, las palabras que utilizo, pero no el por qué lo cuento. En las sesiones me gusta que la gente disfrute, que se rían, y para mí disfrutar es pasar por distintas emociones, es un momento muy intenso. Si de camino a casa quieres pensar en esa historia, que haya algo sobre lo que puedas reflexionar. Y creo que es lo que le hace falta a este mundo, reflexión.

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