jueves, 15 de enero de 2009

Fuimos a ver: Pochola Pérez-Andreu


Cuando uno va a ver teatro aficionado sabe que va a ver teatro aficionado, de modo que su nivel de exigencia se modera considerablemente. El nivel de exigencia propio, claro, como espectador. El de la compañía debería ser exactamente igual de alto que el de cualquier otra compañía, profesional o aficionada.
Pero es que en la obra de Pochola Pérez-Andreu, Arsénico por compasión, por muy bajo que se pusiese el nivel de exigencia, no había como cogerlo. En muy mal lugar deja el montaje a las compañías aficionadas. Del elenco, aprueban con muy buena nota Juancho Aguiar, Adrián Rosales, Ernesto Galván y Loly Villegas, y la espectacular escenografía de Tito Rúas, de primera. El hecho de que la puerta derecha se quedara abierta alguna vez era más responsabilidad de algún actor que del diseño del decorado. Por su parte, Pochola, firmante de un tríptico ensalzante de su calidad artística, no escapó ni gracias al uso del auricular que llevaba.
Pero una cosa es cierta. El trabajo de producción, realizado por la propia Pochola Pérez-Andreu sí que tenía nivel. Y el hecho de que el teatro estuviese lleno hasta la bandera debería hacer reflexionar a más de una compañía profesional y, sobre todo a la gerencia del teatro, que a ver si toman buena nota de cómo hacer un buen trabajo

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