Barroco es un espectáculo poco mediático, como lo suelen ser las buenas obras. Es una versión tremendamente personal que su director Tomaz Pandur, ha hecho de Las amistades peligrosas, de C. de Laclos, y del Cuarteto, de H. Muller, y tuvimos la suerte de verla en Tenerife. Se abren las puertas del Guimerá, la gente se apelotona en el hall porque las puertas de acceso a la sala están cerradas, cuando quince minutos después accedemos a la sala, el telón ya está abierto, la música suena y Blanca Portillo y Asier Etxeandía ya están en el escenario. Al comenzar el espectáculo nos encontramos con una música imponente que refleja a la perfección los altibajos de la trama y además, sonoramente muy estética, a la vez que unas muy fácilmente reconocibles pinceladas al estilo Duato. Además del exquisito vestuario y la impactante y simple escenografía, pudimos ver a una arrolladora Blanca Portillo que se comió literalmente a cualquier actor, música, escenografía o vestuario que se le cruzara por delante. Pero no todo el monte es orégano: aproximadamente a la mitad de duración de la obra hay un momento en el que la relación de amor-odio de sus protagonistas se hace un poco repetitiva, ralentizando así el buen ritmo de la obra, por otro lado la fisionomía del Teatro Guimerá no era muy adecuada; por la naturaleza de la escenografía ,la regidora no se pudo poner en el puesto de control, por lo que la teníamos a escasos metros, lo que provoco que nos enteráramos de todas las entradas de música, cambios de decorado y entradas de personajes antes de que ocurrieran, "no puedo evitarlo". En todo caso las cosas buenas superan con creces las pequeñas incomodidades, por lo que si tiene la oportunidad no se la pierda.
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